¿Hay alternativas económicas?
En plena crisis, el capitalismo campea
a sus anchas sobre los restos de la destrucción que él mismo ha
provocado: un sistema inestable, autodestructivo, maniaco-depresivo,
que, en su fase depresiva (crisis) pone al descubierto sus miserias.
Cabría pensar que en ese escenario las
“alternativas” al capitalismo deberían estar presentes. ¿Pero
lo están? Yo no las veo: empezando por el “entrecomillado”, lo
que tengo a la vista son una pléyade de ocurrencias que se
presentan, a sí mismas como alternativas, pero que en realidad en
muchos casos o no son alternativas, sino complementos, “remiendos”
o “parches” al sistema capitalista, o bien, simplemente, son
estupideces sin sentido económico.
Entre las primeras (los “parches”)
tenemos buena parte de los bien o malintencionados “alternativos”
que buscan una mejora del capitalismo, el capitalismo “con rostro
humano”: aquí tenemos a poskeynesianos, socioliberales, ordoliberales,
socialdemócratas que todavía no se han enterado que su tarea es
avanzar hacia el socialismo, la economía del bien común,
democristianos... y, ¡no te lo pierdas!, hasta ecologistas,
partidarios de teorías como las del decrecimiento, que pretenden
(¡ilusos!) que el capitalismo puede autorregularse, limitarse en su
voracidad y renunciar a la maximización del beneficio para llegar a
un equilibrio armónico con el planeta. ¡A estos últimos les ponía
a hacer la ouija con el espíritu de Rosa Luxemburgo, para que
aprendieran que la esencia del capitalismo, es la reproducción
ampliada del capital, es decir el crecimiento por encima de todo. Lo
dicho, o son unos ilusos, o están a sueldo de la energía verde de
“Ibertrola” (o las dos cosas).
Del grupo de “alternativos” sin
sentido económico prefiero no hablar, porque podríamos llenar
páginas de tonterías y no es el momento (¡que hace mucho calor!)
En el fondo “no se ve” alternativa
económica al capitalismo: Zizek se asombra de que la gente sea capaz
de imaginarse y concebir la idea del fin del mundo, pero no la idea
del fin del capitalismo: el adoctrinamiento de la “mano invisible”
es tan fuerte y despótico que nos hace ciegos ante la alternativa
que sí existe y está aquí: el socialismo. Es curioso porque hace
un siglo, pensadores incluso moderados, concebían (y apoyaban) la
superación del sistema capitalista, por el socialismo, incluso por
vías pacíficas (fabianos): anhelaban y luchaban por un sistema
mejor, distinto, más justo, más humano, incluso más “sostenible”
(valga el odioso palabro). Hoy nadie parece ser capaz ni de concebir,
ni de aspirar, ni, mucho menos, luchar por ello: todo un siglo de
retraso ideológico.
El capitalismo asienta sus reales en la
división entre capital y trabajo, cuyas aspiraciones son totalmente
distintas: mientras que el trabajo aspira, con suerte a sobrevivir y
si acaso a disfrutar un poco de la vida (a reproducirse de forma
simple) el capital sólo vive para una continua acumulación, para lo
que necesita crecer más y más, lo que sólo logra aumentando la
producción y apropiándose de la plusvalía con la finalidad de
aumentar el capital y poder lanzar al mercado mayor cantidad de
bienes y servicios para, a su vez, obtener mayores beneficios y
volver a empezar en una espiral de caos y destrucción que acabará
con los seres vivos y el planeta. En la dialéctica entre capital y
trabajo, el capital manda y las cosas se hacen como éste dicta. Los
demás a obedecer.
La alternativa parece clara: si el
capital se somete al trabajo, las cosas se harán de otra manera:
para someter el capital al trabajo la mejor forma (la única forma)
consiste en superar las actuales relaciones de producción de forma
que no exista capitalistas (detentadores de los medios de producción)
por un lado y trabajadores por el otro: poniendo los medios de
producción en manos de los trabajadores (de la sociedad en general)
de forma que democráticamente se decida qué, cuánto, cuándo y de
qué manera producir: aquí ya puede haber “sostenibilidad” o lo
que se quiera (pan para todos, por ejemplo).
Pues bien, como he dicho, en el
horizonte de “alternativas” es difícil llegar a ver ésta
alternativa (en singular, porque solo hay una): lo que abunda son las
“alternativas” de parcheo, estilo “rollo progre” que logran
movilizar a estúpidos urbanitas burgueses del primer mundo y que, a
costa de no hacer nada o nada útil, dar la impresión de que los
malos son los otros (los capitalistas) y que nosotros ya hemos hecho
todo lo que podíamos hacer, nadie nos puede reprochar nada y “si
todos hicieran lo mismo, ya estaría el mundo arreglado”. Lo que ya
no sabríamos es el resultado de ese arreglo (“si sale con barbas
San Antón, y si no, la Purísima Concepción”): ¡Vamos, que, en
lo económico, no hay alternativas! Y si no hay alternativas en lo
económico (que es la base de todo lo demás) tampoco puede haberlas
en lo demás, como veremos mañana.