El beneficio obtenido por la producción e intercambio de bienes y servicios es como la sopa contenida en una sopera, decía Marx en alguno de sus escritos. De esa sopera comemos todos, capitalistas y obreros. Sólo que los primeros se sirven de un cucharón y los segundos (en el primer mundo) lo hacemos con una cuchara. La reforma laboral, y las sucesivas reformillas iniciadas con el gobierno “socialista” anterior, pretenden rebajar el gasto en cubertería cambiándonos la cuchara por cucharilla. Es un primer paso, porque el fin último, es que los trabajadores tengamos que servirnos y comer la sopa con palillos, como los chinos (y, posiblemente, comprados por nosotros mismos en los chinos).
Parece obvio decirlo, pero es evidente que el tamaño de cucharas, cucharones y cucharillas no afecta, en absoluto, a la cantidad de sopa que se pone encima de la mesa. La reforma laboral no pretende, como se dice, aumentar el tamaño de la sopera ni la cantidad de sopa: la reforma laboral sólo pretende un nuevo reparto de la riqueza (un “new deal” pero al revés) en el que, del producto social, el obrero participe menos: más cantidad de sopa para el capital, que correrá al casino financiero de la esquina a emplearla “en caóticos juegos de azar”(*), mientras el pobrecito obrero “que no tiene ni pa´l sombrero”(**) se muere de hambre.
El argumentario neoliberal juega “el arte de tergiversar”(***) aprovechándose de la ignorancia, la desesperación y la credulidad de los trabajadores desempleados: soluciones mágicas que, después de todo, no les pueden perjudicar porque ya no tienen nada.
Lo cierto es que el fortalecimiento de los derechos de los trabajadores, el paso de cucharilla a cuchara, sin olvidar que los otros siguen aferrados a su cucharón, ha ido parejo a la mejora de sus condiciones de vida. A “sensu contrario” el debilitamiento de sus derechos, conllevará, ineludiblemente más tarde o más temprano, el empeoramiento de su nivel de vida. Esto sigue siendo un “juego de suma cero”, que es como los economistas “asépticos” llaman a la lucha de clases, en este caso, la batalla por la cubertería.
Es cierto que los otros empezaron primero. Es cierto que el Estatuto de los Trabajadores, que, por lo visto, debía ser muy progresista en su redacción original, ha sido atacado por los Gobiernos de González, Aznar y Zapatero. Pero, con Rajoy esto ha llegado al límite. Pobrecitos empresarios: ¡Si no querían caldo, ahí tienen dos tazas!
(*)Disidencia.
(**) La Polla Records.
(***) “Los que lo tienen todo juegan bien/ el arte de tergiversar./Para que muchos no tengamos más/ que esta mierda de bienestar” (Disidencia)