"El Ejecutivo del Estado moderno no es más que un Comité que administra los negocios comunes de toda la burguesía" (K. Marx y F. Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

miércoles, 13 de octubre de 2010

Los siete pecados capitales



            En la introducción que el economista “fabiano” Tawney hace en su ensayo “La Sociedad Adquisitiva”, escrito en 1.921, se puede leer(*): “ Es ya un lugar común afirmar que la virtud característica de los ingleses es su capacidad para llevar a cabo una actividad práctica continuada, y su defecto característico, una falta de disposición para probar la calidad de esa actividad refiriéndola a unos principios”. Me ahorro la comparación entre los ingleses y ciertos animales cuadrúpedos porque ya la hace  el propio Tawney por mí: “Las anteojeras que llevan los ingleses les permiten trotar por el camino trillado aún con mayor constancia, sin sentirse perturbados por la curiosidad respecto a su destino”.


         Y puestos a sacar defectos a los demás, ¿qué tal si analizamos los nuestros? ¿Cuál es el mayor pecado de los españoles? La opinión convencional (al menos desde Díaz-Plaja) contesta que la envidia es nuestro mayor defecto: vamos, que somos un pueblo corroído por la bilis.


          Pues yo no estoy de acuerdo: creo que el “pecado nacional”, no es la envidia sino algo mucho peor para una economía de mercado: nuestro mayor vicio es “aparentar lo que no somos”. A mi favor juega la historia, que ya refleja, en el Lazarillo, la estampa del hidalgo que se espolvoreaba la pechera con migas de pan antes de salir de casa, para parecer que había comido.


         “Aparentar lo que no somos” provoca tres efectos económicos indeseados: en primer lugar fomenta un tipo de consumo ostentoso ("ostentóreo" según para quién) claramente improductivo; en segundo lugar huye de las transformaciones profundas en las personas y la sociedad, pues siendo lo importante aparentar, es la forma y no el fondo lo que importa. En tercer lugar (“last but not least”) aparentar lo que no se es introduce una inseguridad en los contratos y en las transacciones que perjudica notablemente el comercio, pues nunca sabes con quién estás tratando, ni su credibilidad, seriedad o solvencia.


          En estas circunstancias sería mucho mejor para nuestro desarrollo económico destacar en el pecado de la envidia: éste hubiera espoleado la rivalidad y el intento de sobrepasar a los demás o de destruirlos: después de todo, si la avaricia (“greed”) es, para los neoliberales, el sano motor de la economía de mercado, la envidia, es, desde luego, un buen sucedáneo.





(*) Existe edición en castellano de Alianza Editorial, Madrid 1,972.

2 comentarios:

  1. Es impresionante, porque la has clavado. Uno de los problemas que con más frecuencia percibo en España es la falta de seriedad (fruto de este aparentar irracional), que nunca te puedes fiar de con quién tratas.

    Salu2.

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  2. Caso verídico. Yo mismo, fotógrafo, me dijo un profesional de agencia de publicidad:
    " Tio, tienes que disfrazarte un poco, que el cliente vea y crea que eres un fotografo profesional de la leche, lleva mas equipo de marca, mas flashes, mas focos y todo lo que sea necesario...ah, y ponte un chaleco de esos, que con la camara que llevas y una camiseta raida pareces un poco cutre, y eso no les da confianza, aunque luego tus fotos sean cojonudas como el que mas. Pero si te disfrazas un poco, creeran que eres buenisimo y gustosamente pagaran mas, generaras marca, ya sabes..." Así me va, sigo con la camara vieja y cobrando cada día menos, aunque mis fotos creo que han mejorado, pero eso, en este pais da igual. Si lo pareces ya eres bueno.

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